El doctor M. Gershon, jefe del Departamento de Anatomía y Biología
celular de la Universidad de Columbia y autor del libro EL SEGUNDO
CEREBRO afirma que los seres humanos poseen dos cerebros, uno ya
conocido, ubicado en nuestras cabezas y otro localizado en las entrañas.
En una entrevista publicada en el New York Times, este facultativo
expresó, "El sistema nervioso entérico es un vasto almacén químico en
el que están representadas todas y cada una de las clases de
neurotransmisores que operan en nuestro cerebro".
Este segundo cerebro está constituido por un nudo de nervios
cerebrales en el tracto digestivo. Se piensa, lo constituyen alrededor
de 100 mil millones de células nerviosas casi tantas como las que forman
el cerebro cefálico.
Las estadísticas confirman que el 40 por 100 de los pacientes que
son vistos por los médicos internistas presentan problemas
gastrointestinales. La mitad de éstos tienen trastornos funcionales, es
decir, que sus órganos digestivos no trabajan adecuadamente, pero nadie
acierta a explicar por qué, ya que ninguno presenta alteraciones
anatómicas o químicas.
Debido a que el segundo cerebro trabaja en la oscuridad, a menudo es
infravalorado por los médicos como fuente de patologías, señala el
profesor Gershon.
¿Pero qué necesidad hay de tener dos cerebros?
El investigador opina, que se trata de una adaptación evolutiva mas,
de cuando nuestros predecesores emergieron del cieno y adquirieron una
espina dorsal, y desarrollaron un cerebro en la cabeza y un estómago con
una mente propia.
Según Gershon, el cerebro principal delegó las funciones digestivas a
un segundo cerebro, para dedicarse a otros menesteres relacionadas con
la supervivencia tales como la caza, la huida ante posibles enemigos y
la búsqueda de pareja.
Desde entonces, los dos sistemas nerviosos –el central y el
entérico– han evolucionado en forma paralela, alcanzando ambos su mayor
complejidad en el ser humano.
En palabras de Michael Schemann, fisiólogo de la Facultad de
Veterinaria en Hannover, Alemania, “si el encéfalo hubiera asumido las
tareas del cerebro entérico, nuestro cuello debería tener un diámetro
formidable, para dejar paso a los manojos de fibras nerviosas que
manejarían nuestras tripas”.
La función principal del aparato digestivo es la de aportarle al
organismo agua, sales y nutrientes. El cerebro abdominal por lo tanto
esta preparado para reaccionar ante cualquier distensión de la luz
intestinal así como también a la presencia de toxinas intestinales y
gérmenes patológicos que puedan alterar los movimientos o la calidad de
las secreciones intestinales.
Ambos cerebros están muy interrelacionados por medio de fibras
nerviosas y aunque el cerebro digestivo recibe en todo momento
información del cerebro craneal, éste no le dicta como debe funcionar.
El flujo de información que se transfiere desde el aparato digestivo
a la cabeza es mayor que el número de ordenes que corren en sentido
inverso.
El Profesor Wolfgang Prinz, piensa que la red estomacal puede ser el
origen de decisiones inconscientes que el cerebro principal reclama
posteriormente, como una decisión consciente de él mismo.
La naturaleza ha querido que los intestinos cuiden de sí mismos y
puedan controlar funciones tan vitales como son los movimientos
peristálticos del aparato gastrointestinal, la absorción, la
proliferación de las células mucosas y la defensa contra agentes
patógenos, un cometido que realiza en colaboración con el sistema
inmunológico.
Es importante conocer que el túnel gástrico hospeda a más de 500
especies de microorganismos, algunos de los cuales son potencialmente
letales. Recientes investigaciones confirman que el sistema nervioso
entérico se forma a partir de células que migran hacia el aparato
digestivo desde tres puntos distintos de una estructura embrionaria
llamada cresta neural.
El resultado de la partición, son dos cerebros conectados entre si
por los nervios vagos y la médula espinal. A medida que descendemos por
el tubo digestivo, el cerebro cefálico va cediendo su poder a su
colaborador gástrico.
La primera manifestación de la mente entérica, se hace notar en los
movimientos peristálticos del esófago inferior, que todavía precisan de
la intervención del SNE (sistema nervioso entérico) para su
coordinación.
Esta actividad gastrointestinal está en manos de una de las dos
partes en que se divide el cerebro abdominal. Nos referimos al plexo
mientérico o de Auerbach, que descansa entre las capas musculares
longitudinal y circular de la pared intestinal.
El otro plexo, que ocupa la zona submucosa, recibe el nombre de
submucoso o de Meissner, y controla fundamentalmente la secreción y el
flujo sanguíneo local.
Un poco más abajo, el cerebro vuelve a tomar el control, justo a
nivel del esfínter gastroesofágico, la puerta que permite el paso de los
alimentos deglutidos hacia el estómago..... Continuará
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